jueves, 29 de mayo de 2014

Sentimientos agridulces

Hoy al dormirme, lo he hecho con un sentimiento agridulce en mi corazón de esclavo, pues a pesar de que sigo ganándome la confianza de mi Dueña, precisamente como consecuencia del factor que me lo ha  confirmado, he entristecido aunque evitando que Ella lo percibiera. Me explicaré. Ya hace un par de meses que me permitió por primera vez dormir junto a Ella, en su habitación, aunque naturalmente en la jaula que se trajo de su Templo cuando decidió tomarse un tiempo que calificó como necesario para su higiene mental. Puedo entre las rejas, seguir sus en ocasiones dulces sueños y en otras, como desde hace un par de noches, su intranquilo descansar. Más adelante, hará ya un mes, me ofreció a su amigo guionista y director de películas sado-maso para que me utilizara como sumiso en su último rodaje. A tenor de la satisfacción de mi Dueña, el día en que me devolvió a ella su amigo y sobre todo al manifestarle que en contra de lo que había supuesto, me había comportado como un encomiable actor masoquista, percibí que su confianza en mí, iba en aumento. Pues bien, esta noche, cuando ha regresado agotada de su trabajo, me ha confirmado que a partir de ahora me permitirá manejar su facebook, twitter y blog, aunque ha apostillado de inmediato, “siempre que así te lo ordene, esclavo”. Me ha hecho enormemente feliz esa nueva muestra de confianza en mí, su esclavo 24/7. Pero lo que ha significado que me sintiera infeliz al instante se ha producido cuando me ha indicado el primer comunicado que ha querido colgar tanto en Fb como en Tw. Me lo ha dictado dejándome bien claro
que debía incorporarlo tal y como me lo había trasladado, sin “ni un punto ni una coma de más o de menos, esclavo”. Rezaba: “Tantos enamorados que no están juntos y tantas personas juntas que no están enamoradas”. 
Y ese mensaje, tan clarividente, me ha llenado de tristeza. Es obvio que algo en su corazón la está perturbando y no puede ser otra causa que el amor. Me temo además que ese sentimiento tan puro, que desde hace meses me hace vivir en la felicidad más extrema al pertenecerle y comprobar cómo hace uso diario de su propiedad, la tiene atenazada, entristecida. Probablemente no se siente correspondida, aunque para mí sea difícil entender que alguien, -sea quien sea-, a quién ella haya querido dedicar su atención, no sea capaz de corresponderla con su propia vida. Quizá lo que ocurre es que esa otra persona no posee la libertad para expresárselo o para dedicarle todo el tiempo que una Diosa como Ella merece. Y esa tristeza en forma de adversa e incomprensible lejanía de la persona que la tiene enamorada, la está perjudicando y verlo y sentirlo tan de cerca, anula por completo la felicidad que pertenecerle me regala de continuo, ya que no entiendo que un esclavo pueda sentirse feliz si su Dueña no lo es, aunque el motivo sea por no gozar del amor de otra persona. Espero que ese otro ser, sea libre, ya que si se tratara de otro sumiso, -candidato a esclavo-, seguiría mi sentimiento agridulce, pero amplificado. Por un lado, estaría asistiendo con gozo a que Ella alcanzara su deseo, inmensa felicidad para mí en cuanto lo concretara y por otro al alcanzarlo, significaría que acabaría prescindiendo de mí como esclavo. Por tanto deseo con locura que esa persona por la que está sufriendo mi Dueña, sea un ser libre, para que cuando ese ser perciba todo lo que la
Diosa Nefer puede significar en su vida, rectifique y se pliegue a hacerla feliz de igual a igual. Con ello espero, que yo siga pareciéndole útil como esclavo, no únicamente a Ella, también a Él, pues supongo que no desestimará compartir sus propiedades con su amor. Le he escrito, -como hago de continuo con relatos para entretenerla-, pero esta vez en secreto, estos pensamientos, para que si algún día en su tristeza, decide echar mano de mí y de mis escritos y de mis opiniones o de mi aliento, se lo pueda leer como tantas otras veces, a sus pies, de rodillas y desnudo, ataviado únicamente con el collar con el que me aceptó de por vida, y los atalajes de esclavo que siempre porto con orgullo: tobilleras, muñequeras y cinturón de castidad. 
Quizá en algún instante, pueda releérselo a ambos, a Ella magnificente y ya feliz y a Él, entregado con sinceridad a su nueva deidad, la misma Diosa a la que pertenezco y amo con amor de esclavo, dispuesto a aceptar cualquier decisión que emane de Ella.