martes, 10 de diciembre de 2013

El Reto

-¿Estás seguro que éste podrá hacerlo? No lo veo muy capaz de soportarlo.
El éste al que se refería Sancho, -el amigo de mi Dueña, director y productor de cine bdsm-, era yo, que en aquel momento les estaba sirviendo el té en el salón de casa de la DIOSA. Conversaban distendidamente como si no existiera y lo hacían para cuestionar, -el director-, mi capacidad para soportar el dolor que debería sufrir en la filmación y ELLA para rebatirle sus dudas. Su respuesta fue palmaria.
-Ya sabe que si no me complace, dejará de pertenecerme. Por tanto no dudes más de su fortaleza.
Sancho no se dejaba convencer con facilidad.
-Pero si me dijiste que no es masoquista. Que no soporta altos niveles de dolor y ya sabes, en el guión lo dejo claro, quiero hacer una película muy realista, que no albergue dudas. La sumisa que he seleccionado es una masoquista de primera y no me puedo permitir que el macho sea remilgado.
Mi Dueña no parecía dudar de mis posibilidades, incluso se atrevió a retarlo.
-Ya te lo dije. Puedes hacer con él lo que te plazca, siempre que no lo mates, naturalmente.
Era obvio que mi Dueña confía en mí mucho más de lo que yo lo estaba haciendo en aquel estrafalario personaje y su propuesta de película. Mi
Dueña me había permitido leer algunas de las escenas y mi protagonismo en ellas tendría que ser muy doloroso.
Tras sorber su té un par de veces, ELLA exhortó a su amigo a que me pusiera a prueba. Lo hizo tras mencionar que cederme era la forma en que le pagaría la deuda que al parecer había contraído con el director años antes.
Él siguió insistiendo, esta vez con argumentos.
-Pero si tiene ya una edad y además, aquí no dispongo de los artilugios necesarios para hacerle la prueba.
ELLA sonrió. Fue una expresión que me hizo temer lo peor. Por entonces yo permanecía de rodillas e inmóvil a su lado. La cabeza gacha y las orejas bien abiertas, asimilando las tibias, pero al fin y al cabo evidentes lamentaciones del director.
-Por cierto, ¿ya has decidido dónde vas a rodar los interiores?
Sancho afirmó. El Fetish Café de Dómina Zara sería el lugar en el que debería dejarme hacer…
-Así, ¿no hay inconveniente en que lo marque a fuego y le horaden los pezones en vivo?
-Lo dicho cariño. Está a tu completa disposición. Y si te apetece en la escena treinta y cuatro, colocarle un Príncipe Alberto, pues adelante, puedes hacerlo.
El director desechó la propuesta. Al parecer ese tipo de inserto en el pene precisa de anestesia y no contaba con suficiente presupuesto, aunque más tarde lo justificó con que no quería en el equipo nadie ajeno al bdsm y…: –no conozco a ningún anestesista que sea aficionado.
Entre ambos, estaban logrando estremecerme. Mi Dueña lo percibió y fue entonces cuando decidió derivar la conversación hacia los otros protagonistas.
-Me parece que has elegido bien. Me refiero a las Dóminas.
-¿Las conoces?
Mi Dueña afirmó al tiempo que Sancho mostraba su taza. Me apresuré a servirle más té. Luego volví a mi lugar y en igual posición. No parecía sentirse incomodado por mi desnudez total, excluyendo las tobilleras y muñequeras, el cb6000 y el collar.
-Ya sabes que hubiera preferido que una de ellas fueras tú, pero al negarte, he tenido que servirme de ellas. Por cierto, dame tu sincera opinión.
Mi Dueña le reiteró que creía que podían, bajo su inteligente dirección, asumir perfectamente los roles que tenían descritos en el guión. ELLA lo había leído al completo e incluso le había sugerido a Sancho algunos cambios. De hecho fue ELLA quién le aconsejó la escena de pony-boy. Yo tiraría del carruaje en el que pasearían las dos Dóminas y la sumisa Aisha iría por delante, engalanada como una pony-girl pero dejándome a mí todo el esfuerzo de tracción.
Fue en ese punto que Sancho me hizo una seña para que me acercara. Obedecí y cuando me tuvo a mano me estrujó con gran fuerza, el pezón derecho. Estuve a punto de gritar, pero de soslayo observé el rostro de mi Dueña. Su severa expresión me dio la fuerza suficiente para no hacerlo.
-Me gusta torturar los pezones de las esclavas. Ya lo sabes.
Mi Dueña lo animó a seguir con el suplicio.
-¿Quieres que te traiga unas pinzas japonesas? –No esperó a la respuesta del director.
-Tú, perro, tráele al señor director los juguetitos que tanto te gustan.
Mi Dueña sabe que las odio, no obstante si ELLA desea verme sufrir gracias a esos juguetitos, pues sufriré hasta que ELLA se canse.
Me acerqué a cuatro patas y con las pinzas en la boca. El director casi me arranca los dientes al tirar de ellas con rudeza. No se abstuvo de comentar: –quizá sí que voy a poder contar con una buena pareja de ardorosos masoquistas. Pero… –y entonces se dirigió a mi Dueña –…me deberás otra, pues me habrás prestado un carcamal nada masoquista y te devolveré un ejemplar digno de presentar a los concursos más hard. Por tanto si ganas el siguiente certamen, tendrás que agradecérmelo.
-¿Ah sí? ¿Y cómo?
-Pues dedicándome tu tiempo para que escribamos juntos el siguiente guión.
Fue entonces cuando mi AMA presumió de poseer un esclavo escritor. Me sorprendió, que lo hiciera y que Sancho no supiera que escribía para ELLA. ¿No había leído su libro? Y si lo había leído, ¿no se había interesado por el autor? Mi perplejidad era tal que no percibí las rudas manos del director colocándome sin ninguna delicadeza las pinzas japonesas. Fue cuando me abofeteó cuando sentí el dolor.
-Quiero pedirte que lo tengas así toda la noche. ¿Es posible?
Mi Dueña asintió y aún añadió en tono irónico: – ¿alguna petición más, señor director?
-Me gustaría que…
Cuando se detuvo, quizá dubitativo, mi Dueña tomó la iniciativa.
-Quieres saber si resiste un buen strapon, ¿no? Pues no sufras. Esta noche dormirá enjaulado, con las pinzas estrujándole los pezones y un buen consolador en su trasero. Y eso de dormir, es un decir.
Todavía fue más lejos aquel sádico director de cine al que mi Dueña me estaba entregando.
-¿Podrías estrujarle los huevos con un humbler?
-Si me lo pides de rodillas, me lo pensaré.
Aquella respuesta de mi Dueña me pareció colosal. Me olvidé en aquel instante por completo que el ser que iba a sufrir todas aquellas torturas no era otro que el esclavo escritor de DIOSA NEFER, es decir, un servidor. De todas formas, era lo justo. Aquel creador artístico también ejercía de Jefe de Casting y por tanto era lógico que quisiera poner a prueba a su nueva estrella. No contaría con especialistas que me suplantaran en las escenas de riesgo, por tanto era natural que no sólo me probara desde un punto de vista interpretativo, también tenía que estar a la altura en las secuencias violentas. Creo que él, pero fundamentalmente la única persona que me interesa de este mundo, estuvieron de acuerdo en que podían confiarme la responsabilidad de sufrir realistamente todas las vejaciones, torturas y suplicios que aquel sádico había imaginado para su actor masoquista.
ELLA me confesó, poco antes de quedar dormida, que se sentía orgullosa de mí. Fue maravilloso oírselo. Por mi cuerpo, en lugar de sentir todo el dolor al que estaba siendo sometido, corrió una energía parecida al placer más esplendoroso. ELLA lo percibió y por dicho motivo creyó que ya
tenía suficiente. Me ordenó que saliera de la jaula, -ya que no la había cerrado-, que me desprendiera de las pinzas, del strapon y del humbler y me colocara a sus pies, pero sobre la cama.
-Velarás mi sueño. Pero procura que no tenga que arrepentirme.
-Jamás SEÑORA –le respondí, trémulo y tiritando de los nervios que me atenazaban.
Me esforzaría para que la película fuera del agrado del director, pero sobre todo de la DIOSA que me da vida y ha creído que podía serle útil como actor masoquista.




A sus pies, su esclavo 24/7 y escritor.

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