lunes, 18 de noviembre de 2013

Una nueva semana (Lo que más importa es su felicidad)

Ya era jueves y estaba trasteando en la cocina procurando no hacer ruido que pudiera despertar a mi DUEÑA. Faltaba más de media hora para apostarme de rodillas junto a su cama esperando que abriera los ojos o en su defecto despertarla. De forma nada habitual apareció en la cocina. Al sentir su presencia, -su aroma me es inconfundible-, me postré a sus pies. ELLA se acomodó en una de las banquetas de la cocina. Estaba preciosa enfundada en su batín de seda negra. Me pidió un vaso de agua. Se lo ofrecí y tras beber ligeramente me lo devolvió junto a su comentario. Fue lacónico.
-Me gustó tu intervención.
Me mantuve en silencio, aspirando su perfume corporal. ELLA prosiguió.
-Fuiste valiente, temerario diría. Te hubiera podido zurrar.
Seguí en silencio, con la cabeza gacha, alimentándome de su presencia y observando sus lindos pies todavía descalzos. No me atrevía a moverme para ir en busca de sus zapatillas. Todavía añadió antes de dirigirse al baño.
-Tu lealtad es… –no concluyó la frase. En cambio mientras se alejaba alzó la voz para indicarme: –tráeme un zumo. Hoy quiero que me duches.
Interpreté que era su forma de agradecerme el supuesto valiente gesto que horas antes había tenido para con ELLA y su honor y el modo que parecía elegir sería permitirme acariciarla mientras enjabonaría su precioso cuerpo bajo un tibio chorro de agua. Percibí, cuando me estaba aplicando a la agradable, maravillosa tarea, que me observaba desde la
altura, atenta a cualquier gesto que considerara inadecuado para un siervo. Yo en aquel instante me estaba esmerando en sus piernas. Desde el primer día, asumí su inicial indicación, -hará ya más de año y medio-, al respecto de que su cuerpo es un altar que no tengo permiso para tocar, a no ser que ELLA, la DIOSA, me lo otorgue, por dicho motivo me empleaba en el encargo con nervios que por momentos me atenazaban. En mi mente puedo y lo hago a menudo, erotizar mis pensamientos, pero en la realidad debo mantenerme al margen de los deseos, impuros o quizá repletos de pureza sexual. Pero ese día, ELLA quería premiarme y me permitió acariciar hasta sus más recónditos y prohibidos espacios. Me dominé con dificultad, lo reconozco, y ELLA, -estoy seguro-, lo percibió y quizá por dicho motivo alargó el proceso, para castigarme a la vez que me regalaba un tiempo precioso a la inusual y fascinante vivencia, a la que no tengo derecho. Hubiera querido ser capaz de realizar dos tareas a la vez, para que mientras la enjabonaba y acariciaba, haberle narrado, -oralmente o por escrito-, las extraordinarias sensaciones que recorrían todo mi ser, para que así pudiera saber cuan entregado vive su esclavo, aunque pienso que ya lo sabe de sobras, pues de hecho y desde hace seis meses, todo mi mundo es ELLA, únicamente ELLA y por ELLA sigo respirando, feliz y sumiso, hasta el momento en que decida que debo dejar de hacerlo. No lo dudaré si ese es el deseo que propone. Prohibiré al oxígeno que siga inundando mis pulmones.
Si acaso fuera escultor, podría decir sin miedo a errar, que aquel jueves se me permitió modelar la figura más maravillosa de las que hubiera
podido esculpir en toda una vida de genial inspiración. Pero no lo soy, únicamente soy un esclavo feliz por servir a la DIOSA que le da la vida.

Tras permitirme también secar su cuerpo, función que realicé con la mayor delicadeza, pues no quería dañar el tesoro que se me permitía cuidar y antes de partir hacia Barcelona, me señaló su último deseo.
-Sabes, llevas ya muchos meses metido siempre aquí dentro. Prácticamente no te he sacado de paseo. De hecho sale más Zeus que tú. He decidido que de ahora en adelante, dos días a la semana, me harás de chofer, a la ida y vuelta.
Como observó cierta perplejidad en mi rostro, creyó necesario aclararme que: –y durante el día, te estás en el Templo, escribiendo y a ratos, haciendo la compra semanal. Buscas por la zona el supermercado que te convenza y así no estarás tanto tiempo aburrido.
No la oí señalar que quizá me utilizaría en alguna de las sesiones, algo que al principio de ser su esclavo mencionó. Naturalmente nunca la incordio con algún atrevimiento inaceptable, recordándole tal o cual comentario. Ha de provenir de ELLA para que me atreva a sugerirle que hizo alguna referencia en el pasado.
De todos modos jamás se me ha pasado por la cabeza este asunto del tedio. Desde que aceptó que le perteneciera, vivo tan pendiente de sus más ínfimos deseos que no he vuelto a sentirlo. Ha quedado desterrado de mi vida, como tantas banalidades y absurdidades que en otro tiempo pudieron incordiarme. Además, me ha significado un enorme esfuerzo hacerme con todas y cada una de sus manías y me atrevo a llamarlas de
ese modo pues es así como ELLA califica sus costumbres. Meticulosa en extremo me obligué desde el inicio a no fallarle, pues que tenga que reprenderme es algo que intento con todas mis fuerzas, no suceda jamás.
Naturalmente asentí, procurando mostrar la complacencia que aquella decisión suya iba a significar en mi vida: gozar de más tiempo cerca de ELLA.
El resto del día seguí con mi rutina, esa que tanta satisfacción me ofrece, pues está dedicada totalmente a lograr su bienestar.
Por la tarde noche cuando regresó del Templo, no lo hizo sola. Llegó acompañada de Toni, un amigo suyo que es portero de discoteca. Un armario que me parece es un trozo de pan, puede que incluso bendito. Se había hecho acompañar por él porque en su furgoneta traía una jaula. El hombretón de Toni no tuvo problema en dejarla dónde ELLA le ordenó, pues parecían más órdenes que indicaciones lo que ELLA le señalaba.
Penetró en la casa con familiaridad ya que nos conocemos de otras veces y por tanto no era la primera vez que veía a un tipo ataviado con un collar de perro, muñequeras y tobilleras y vestido sólo con boxers. Cuando salió de la habitación de la DIOSA, jadeando, pues el calor que todavía hacía esos últimos días de octubre le había propiciado sudar, me confesó que: –joder tío, no creo que puedas escaparte, ni queriéndolo.
Intenté aceptar su comentario como un cumplido, aunque no supe atribuirlo si dirigido a ELLA o a mi mismo. Estábamos solos, pues mi DUEÑA se había quedado en la habitación poniéndose cómoda.
Prosiguió el transportista: –por cierto, estos relatos que escribes, son de puta madre. No sabes las pajas que me hago y a las tías, las ponen
cachondas que no veas. Me ha dicho Mónika que vas a seguir con la historia aquella de las cuerdas, ¿no?
Me sonó tan extraño escuchar su verdadero nombre que por un instante no supe qué contestar.
-Ya veo. No puedes hablar sin su permiso. Pues, nada, que cojones, yo te lo doy, en su nombre y joder, tráeme ya una puta cerveza, joder.
Obedecí el requerimiento de aquel amigo que sin duda no pretendía herirme ni humillarme, al contrario, presentí que aquel tratamiento de igual que me estaba ofreciendo podría significar que mi DUEÑA se sintiera molesta. No me equivoqué. Cuando apareció se lo comentó.
-Oye Toni. Que no es tu compi. Ya te lo he dicho otras veces. De modo, que nada de confianzas. Tú las que quieras, pero él, nada de nada. ¿Me explico?
La había oído decírselo, estricta pero calmada, mientras regresaba de la cocina con un par de cervezas, una para la DIOSA y otra para Toni. Cuando se la entregué a ELLA, recibí un sonoro bofetón. Naturalmente le di las gracias. Procuré ser efusivo, aunque sin extralimitarme. Entonces Toni no pudo abstenerse de comentar con cierta mal construida ironía: –joder. A mí, si le pego esta hostia a un pirado en la disco, me meten en la trena y a ti, te dan las gracias. Joder tía, que mal repartido está el mundo.
La DIOSA sonrió. Luego bebió la cerveza. Yo me había situado frente a ambos de rodillas y con la cabeza gacha. No me sentía humillado y tampoco fui presa de esa sensación cuando ELLA comentó: –pues no te cortes.
Interpreté el comentario de mi DUEÑA. Me acerqué a Toni y esperé acontecimientos. ELLA lo exhortó.
-Dale las gracias a Toni.
Obedecí y entonces ELLA se explicó dirigiéndose a su amigo tras preguntarle éste el motivo de mi agradecimiento.
-Pues porque lo vas a abofetear y sin miedo a que te enchironen y por haber sido tan amable trayéndote la jaula.
Advertí que Toni a pesar de su sorpresa no parecía querer abofetearme. No obstante, yo aterrado, cerré los ojos para prepararme a que aquel armario cambiara de opinión y decidiera descargar su mano gigantesca en mi rostro. Percibí que la DIOSA sonreía. Supuse que la escena tenía algo de cómica. Seguí sin moverme ni un ápice, casi sin respirar, esperando el guantazo que quizá me haría saltar por los aires, no obstante y a pesar del pavor que se había apoderado de mí, me sentí nuevamente orgulloso de pertenecerle. Es una mujer de armas tomar, con más determinación de la que he visto a lo largo de mi vida en la mayoría de hombres. No me extraña por tanto que su cohorte de sumisos siga creciendo. Me siento especial, afortunado, pues de momento, soy el único que posiblemente pueda velarle el sueño tan de cerca. Enjaulado mi cuerpo y enjaulados mis atributos sexuales, pero gozando de verla descansar. Aunque para sentir de ese modo, hay que poseer alma sumisa, del mismo modo que para gozar como ELLA lo hace, humillándome más o menos sádicamente, hay que poseer alma dominante. Y ciertamente, ambos cumplimos con los necesarios requerimientos para disfrutar de estos distintos roles.

Tuve fortuna de que Toni se enredara en departir sobre sus respectivos amigos. Previamente a profundizar en el tema, la DIOSA le ordenó que como última tarea, me enjaulara. No se demoró en cumplir el mandato. Se despidió cuando ya estaba sufriendo el diminuto espacio de la celda y sin haberme abofeteado pero con un lastimero: –lo siento tío. Debe ser jodido, pero a fin de cuentas, es lo que te gusta. –Sinceramente, creo que más que rechazo hacía mí, siente pena. De todos modos, allá él con sus sentimientos, los míos siguen siendo los mismos de hace seis meses, pero sin duda, en evidente e irrefrenable aumento.

A sus pies, su esclavo 24/7 y escritor.


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