jueves, 24 de octubre de 2013

Un Nuevo compañero

Llegó a casa más pronto de lo habitual, faltaba poco para las siete de la tarde, aunque ya había anochecido. Me cogió desprevenido y tardé más de lo normal en arrodillarme a sus pies y besar sus botines. No me lo tuvo en cuenta, sencillamente me señaló que fuera hasta el coche y trajera los paquetes. Lo señaló con gran serenidad, con la calma que suele emplear cuando las cosas suceden según sus deseos. Utiliza un timbre de voz que me ayuda a identificar que no se siente contrariada. No es que cuando se tuercen sus planes pierda la compostura, pues sabe dominar casi mejor sus emociones que a nosotros, sus perros, pero cuando las circunstancias le son favorables, su voz, su mirada, su aroma, sus movimientos la denuncian. A mí, me gusta verla feliz, ¿o no es acaso ese el principal y quizá único objetivo de un esclavo? Me dirigí al coche para cumplir con su mandato y entonces mi sorpresa fue mayúscula. En el asiento trasero estaba tendido un joven. Tenía el torso desnudo y la cabeza cubierta con una bolsa de tela de color oscuro. No se movía. Advertí que llevaba puesto un collar. De él pendía una medalla de metal. Me acerqué y pude leer la inscripción: “esclavo”. Supuse que ese era el único paquete que debía llevar hasta la casa. Le indiqué que se levantara, que la DIOSA NEFER lo reclamaba. Él, pareció molestarse. Gruñó algo que no logré entender, pensé que no le agradaba que una voz masculina lo estuviera recibiendo. Estuve a punto de disculparme, pero me pareció inoportuno. Mi Dueña, había hablado de los paquetes, por tanto en cuanto lo tuve en pie, frente a mí, miré en el portaequipajes. No había nada. Entonces advertí que aquel joven tenía las manos esposadas a la espalda. Le tomé el brazo y lo dirigí con cuidado hasta la puerta que había dejado entreabierta. Pude observar entonces de soslayo a la vecina. Estaba encaramada y observaba por encima de la valla y con atención la escena. Me pareció oír algo como: “otro tarado”. No respondí, es lo que mi Dueña me tiene dicho, “jamás le sigas la corriente, sencillamente está loca”. De todos modos y a tenor de cómo voy normalmente ataviado por la casa y el jardín, completamente desnudo a excepción del collar, las tobilleras y muñequeras y el aparato de castidad, acepté sin enjuiciarla, su opinión. Para alguien a quien le es ajena la felicidad de vivir en esclavitud, le debe parecer un absurdo mayúsculo hacer las tareas de la casa de esa guisa. Penetramos en el interior de la casa y cerré la puerta. Oí la voz de DIOSA NEFER. Me ordenaba llevar el paquete a la cocina. Cuando entré, Ella estaba jugando con Zeus. No hizo falta que dijera nada más. Le susurré al paquete que se arrodillara. Lo ayudé a hacerlo junto a mí. Me pareció que decía algo parecido a “gracias”. Entonces Ella indicó que le liberara de la bolsa. Apareció un rostro joven, bien parecido, nervioso y con una mordaza de bola en su boca. Comprendí entonces sus gruñidos. Zeus se acercó hasta donde estábamos y sin titubear, se orinó en mis desnudas piernas. Mi Dueña sonrió, ligeramente. Al instante y tras indicarme: “ya sabes lo que has de hacer”, prosiguió: –éste es mi nueva adquisición. Quiero que aprenda a comportarse como un verdadero esclavo, a tu lado. Alecciónalo. –Luego, dirigiéndose al joven continuó: –éste es uno de mis esclavos 24/7, el que permito viva aquí. Está muy adiestrado y por tanto será tu maestro en lo más elemental. Procura seguirlo. Puede que algún día lo sustituyas, pues como podrás ver, ya tiene una edad. Tú aportas la juventud que me apetece dominar. Pero no quiero ni riñas ni competencias estúpidas. Da igual lo que él o tú penséis, debéis comportaros como buenos camaradas. Mi bienestar está por encima de celos o envidias. Entonces Ella se dirigió a su habitación. Con celeridad limpié la gracia de Zeus. Me acerqué a continuación hasta la puerta de su cuarto. Esperé de rodillas sus indicaciones. El joven pareció querer entrar sin que Ella lo hubiera autorizado. Lo retuve del brazo, pero él se soltó al tiempo que me espetaba: –no vuelvas a tocarme, imbécil. –No le respondí. Si quería o tenía arrestos para contravenir las indicaciones que tengo tan claras, era sólo cosa suya. Mi sorpresa fue enorme cuando mi Dueña se me acercó molesta. Me fijé no sólo en su crítico semblante, se había despojado de su ropa exterior y sólo vestía la lencería. Me atribuló, -como siempre-, aquella imagen tan bella. Ella lo percibió mientras me lanzaba: – ¿por qué has permitido que entrara? –No supe qué decirle, en realidad no me dio tiempo. –Ve a la cocina y prepara la cena. Hoy no tendrás ni las sobras. –Siempre aceptaré sus decisiones, sean justas o no, es como decidí vivir el día que me entregué a Ella, existiendo para cumplimentar todo aquello que decidiera debía ejecutar, fuera o no de mi agrado, fuera o no de mi competencia, fuera o no patrimonio de mis habilidades y lo reconozco, vivir para Ella y por Ella es lo más extraordinario que me ha ocurrido nunca, por tanto asumí mi culpa y el castigo al que me sometía mi Dueña. De todos modos no esperaba que a mi impuesto ayuno le siguiera el contemplar como, mientras esperaba de rodillas que terminaran sus platos para servirles los siguientes, Ella se permitiera juguetear con aquel “paquete”, del modo en que lo estaba haciendo. ¿Simplemente se trataba de humillar a su más rendido esclavo? No creí que fuera esa la razón, pues jamás me he considerado tan valioso como para ser centro de su atención, en ninguna circunstancia. Me estuve rebanando los sesos intentando descubrir cuál era su empeño mientras tonteaba y lo que me pareció más inaudito, se lo permitía al joven. Él cenaba en la mesa, como un invitado, desnudo eso sí y con el collar puesto, pero permitiéndole libertades que a pocos de sus amigos he visto les permita. Tampoco censuró comentarios, expresiones, impresiones, señalamientos que únicamente a seres libres les admite. En cierto modo me sentía decepcionado y así estuve durante toda la cena. Incluso en una ocasión le ofreció un pedazo de la carne que con tanto esmero había cocinado y cocino siempre para Ella. Pero cuando llegó la hora del postre, todo cambió, para él, pues para mí la situación se hizo todavía mucho más humillante. Les acerqué el café hasta la mesita frente al sofá y luego Ella, tras descansar sus piernas sobre mi espalda, pues yo había adquirido la postura de mesa reposa pies que debo mostrar en cuanto se acomoda en el sofá, comenzó a explicarle que: “hoy te estás divirtiendo y por lo que veo, mucho. Pero no te equivoques, esta noche es especial, es tu primera velada aquí y por tanto he creído conveniente regalarte una bienvenida especial. Pero no te confundas, si quieres seguir siéndome útil, y como no, apreciable, ese será tu papel”, y me pareció entender que me señalaba. “Ya te he dicho que él es un esclavo útil y apreciable, por tanto, no prescindible y eso es a lo que has de aspirar, a ser como él, o incluso mejor, pues tú tienes más posibilidades”. Se detuvo y me pareció oír que sorbía de su taza. Cuando la dejó en la mesita, prosiguió: “verás, eso de ser de mi propiedad, consiste en hacer todo cuanto me apetezca, aunque te produzca vómito. Por ejemplo, a mi esclavo, no le gusta el dolor y tampoco satisfacer a machos como él, pero si le hago una seña para que te la chupe y se trague todo lo que expulses, lo hará y sin vacilar. ¿Tú serás capaz de hacerlo? ¿O estás ya sintiendo repugnancia? Pues bien, me da igual que te disguste, si eso es lo que quiero, lo harás del mismo modo que él lo hará más tarde, si a mi me apetece ver como te corres en su boca”. –Me asusté. Por nada del mundo quería empezar la relación de esclavitud compartida con aquel…, chupándole la polla, pero Ella tiene razón, si me lo ordenaba, lo haría, una o mil veces, las que a Ella le apeteciera. “Y si ahora mismo, te ordeno que lo azotes, tú lo harás y él lo soportará y te irá dando gracias a pesar de que el dolor que le vayas infringiendo sea insoportable. Pues piensa que eso mismo vas a tener que demostrarme que eres capaz de soportar, por mi. ¿Estás dispuesto? Si te respondes dudando, ya no me vales, por mucho que desee que formes parte de mi cuadra. Si es así, puedes levantarte y mi perro te acompañará a Barcelona. Esta noche en el hotel, correrá de mi cuenta, pero espero que tengas la valentía de no volver a dirigirte a mí, en ningún modo. ¿Comprendido?” Jamás la juzgo, sólo la obedezco, con ánimo de agradarla más y más. Hoy, no quiero desvelarles cual fue la respuesta de aquel joven madrileño, pero en algún momento, lo relataré, para su exclusivo placer, pues además de ser uno de sus esclavos 24/7, soy su esclavo escritor y ese rol, difícilmente me lo arrebatará otro esclavo. Lucharé denodadamente para que nadie lo logre, arrebatarme ese papel que estoy seguro, a Ella tanto le agrada. A sus pies, su esclavo 24/7 y escritor.

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